Le Monde
Diplomatique
El año 2013
ha comenzado, en Francia y en la región del Sahel, al son de los cañones. El 11
de enero, el presidente François Hollande, envió urgentemente a Malí un cuerpo
expedicionario para detener un ofensiva yihadista que amenazaba con abalanzarse
sobre Bamako. De manera simultánea, en Somalia, las fuerzas especiales
francesas lanzaban una operación para intentar rescatar a un agente secreto
tomado como rehén desde hacía tres años por las milicias islamistas shabab,
que terminó en fiasco. Unos días más tarde, cerca de la ciudad argelina de In
Amenas, en la frontera con Libia, un comando salafista ocupaba un complejo
gasístico y ejecutaba a varias decenas de extranjeros antes de que Ejército
argelino lo aniquilara.
De un
extremo al otro, repentinamente, el Sahara está ardiendo. ¿Cuáles son las
causas de tal situación? En primer lugar se halla la reivindicación
nacionalista tuareg. Los tuaregs, u “hombres azules”, no son ni árabes ni
bereberes. Son los habitante históricos del Sahara, del que controlan, desde
hace miles de años, las rutas caravaneras. Pero el reparto entre las potencias
coloniales fragmentó su territorio a finales del siglo XIX. Y cuando las
independencias, en los años 1960, los nuevos Estados saharauis les negaron el
reconocimiento, aunque sólo fuera el de una autonomía territorial.
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