Salió corriendo de aquel bombardeo a las cinco de las mañana, su única salvación eran las montañas de Gueltat Zemur. Él conocía las montañas como la palma de su mano, de pequeño solía escalarlas con sus amigos en busca de las piedras que hacían fuego de noche, con esas piedras jugaba colocando una encima de la otra para formar una enorme pirámide y dentro de esa pirámide hacía un bonito fuego que podía verse desde muy lejos.